Son muchas las veces que he visto a niños caerse o golpearse contra un objeto y seguidamente, su cuidador (adulto) culpabilizar a ese objeto de lo ocurrido.
La última vez ayer, saliendo de un establecimiento. Un niño iba mirando para atrás cuando chocó contra el marco de la puerta, entonces su mamá (esto es una suposición) dijo: " Esa puerta mala, le voy a pegar yo".
En ese mismo momento yo me pregunté:" Qué culpa tiene la puerta?".
Entiendo su muy buena intención de calmar y animar al niño, por supuesto que lo entiendo. Y con este post, no intento juzgar o criticar a nadie ya que el día a día con pequeños nunca es sencillo y todos lo hacemos lo mejor que podemos. Pero esa actuación que observo muy frecuentemente, ayer me hizo reflexionar.
A menudo, cuando convivimos, cuidamos y educamos a niños, solucionamos problemas a corto plazo que no consideramos importantes, sin pensar que podemos estar ocasionando problemas mayores.
Cuando humanizamos un objeto, atribuyéndole un adjetivo ("puerta mala"), estamos sacando a nuestros niños de la realidad del mundo.
Pero lo que yo considero más importante son los siguientes dos aspectos:
1. Cuando culpabilizamos a la puerta de lo ocurrido, los peques no aprenden la responsabilidad que tienen sus acciones y además tienen más probabilidad de que les vuelva a ocurrir, ya que no se les explicó la consecuencia de ir mirando para atrás. Y con esto no quiero validar el tan horrible:"Te lo dije".
2. Este segundo punto es el que a mí me parece más grave. Y es que por evitar un posible disgusto o berrinche, estamos enseñando a culpabilizar a los demás de nuestros actos. A que la culpa siempre va a ser de otros. Creo que es importante que desde pequeños los niños aprendan a enfrentarse a sus "problemas" y decisiones (por supuesto siempre dentro de sus posibilidades por edad y madurez) y que equivocarnos, no nos hace ser inferiores o peores. Queremos que sean adultos responsables, que reconozcan y aprendan de sus errores para así crecer como personas.
Por supuesto esto no es fácil, porque durante los primeros años no saben gestionar sus emociones y sale la tan temida frustración. Y ahí nos necesitan como adultos para acompañarles en su aprendizaje a través de las experiencias del día a día.
Hasta pronto!!!
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